En el contexto económico de libre mercado donde el capitalismo continúa ampliando su dominio en todo el planeta, Zygmunt Bauman reflexiona que lo que el mercado del conocimiento pide al sistema educativo es que rompa con todos los impedimentos de la educación ortodoxa, dado que <<para todos los mercados de todos los productos, la lealtad, los vínculos irrompibles y los compromisos a largo plazo son molestias execrables, que deben retirarse del camino>>. El mundo laboral se está convirtiendo, antagónicamente con lo que ocurría en las viejas fábricas industriales, en un mercado donde el individuo debe venderse como un producto más, un producto con un alto grado de adaptabilidad pero a la vez, y aunque pueda parecer contradictorio, de diferenciación. El profesional debe adaptarse para que su entorno compre en cada momento su producto, un producto de conocimiento diferente al de los demás.
En las últimas décadas se ha notado un liderazgo de la universidad americana. Existe el peligro de intentar copiar un sistema sin tomar conciencia de que la cultura estadounidense es diferente a, por ejemplo, la europea, por mucho que ambas sociedades sean consideradas como occidentales. A diferencia de los centros catalanes, los centros universitarios americanos, públicos o privados, son completamente libres de elegir a sus alumnos y de crear y llevar a cabo su propio plan de estudios como mejor consideren. Las empresas estadounidenses no piden ningún título convalidado por un sistema público, es el nivel de cada universidad y alumno lo que se presenta en las empresas. Es por todo ello que los estudiantes americanos universitarios son los primeros interesados en hacer que su escuela y su universidad tengan un gran nivel reconocido socialmente (en el caso de las escuelas, para tener más posibilidades de entrar en la universidad que quieren y, en el caso de las universidades, por tener elevadas opciones de encontrar un buen trabajo).
Si por un lado las estructuras universitarias son incomparables, las estructuras sociales y empresariales también son muy diferentes. En este sentido, intentar copiar las relaciones empresa-universidad, que se han constituido principalmente en el Silicon Valley de California, es un sueño de casi todos los gobiernos y de las instituciones públicas, incluso dentro de los Estados Unidos. Pero esto es un hecho muy complicado, ya que lo más importante, y lo que hace funcionar este sistema, es la cultura y la propia historia no sólo del valle, sino de toda California y de la ciudad de San Francisco en particular. A diferencia de Europa, donde ya hace muchas generaciones que hay burguesía, la historia de California es bien reciente y la cultura del trabajo y de todo el esfuerzo que se ha hecho está muy presente. Hay un gran respeto por los emprendedores y se valora enormemente los que han fracasado: quien fracasa puede enseñar muchas cosas de lo que ha aprendido. A la inversa, cuando alguien tiene éxito, es causa de admiración y no de envidias. Es decir, el californiano puede triunfar, y también fracasar, en su casa. En California hay oportunidades porque culturalmente se entiende que si se tienen el deseo y las ganas se puede llevar a cabo cualquier cosa. La moderna cultura de la región tiene más presente la oportunidad que el riesgo y este es un hecho cultural diferencial muy importante. Por otra parte, California es un estado enormemente multicultural donde se calcula que se hablan más de 150 idiomas. La diversidad de culturas es un hecho clave: de forma natural se crea un gran tejido intercultural, un think tank donde si algo funciona se puede extrapolar a casi todas las partes del planeta.
El aspecto que consideramos económicamente clave de Silicon Valley es la estrecha relación entre empresas, empresarios, capital y universidades. Sólo en el Silicon Valley hay registradas más de 4.100 empresas relacionadas con las TIC y casi 1.400 empresas de biotecnología. Entre ambos sectores, sólo en esta región, trabajan más de 250.000 trabajadores. San Francisco es el centro de desarrollo contemporáneo de las empresas informáticas y de la biotecnología. La bahía de San Francisco tiene el clúster más importante del mundo en estos dos sectores: incluye las tres más grandes e importantes universidades y centros de investigación (Stanford, Universidad de California -con sus centros de Berkeley, Davis, Santa Cruz y San Francisco-, y la Universidad de California San
Francisco), así como la red más grande del mundo de centros privados de investigación. De hecho, en promedio, se crean cada año treinta nuevos centros de investigación. Este vínculo provoca ganancias exponenciales en todos los niveles, aunque la mayoría de empresas que empiezan acaben fracasando. El flujo de relaciones existente en Silicon Valley se muestra en el esquema que encontraréis en el siguiente enlace:
Rueda conocimiento Silicon Valley
El engranaje de Silicon Valley comienza con el hecho de que hay un grueso importante de jóvenes emprendedores muy preparados que vienen de universidades de mucho nivel (Stanford, Berkeley, USF, etc.). Para crear una empresa, se necesita una pequeña inversión y un perfil de emprendedor altamente preparado desde el punto de vista técnico y cultural, ganas de crear y la tecnología punta necesaria. Las Start-up de Silicon Valley y los inversores no buscan replicar casos de éxito, sino crear nuevas ideas. Si la empresa fracasa, el emprendedor y sus trabajadores pueden ir al mercado laboral, pero con una mejor preparación y una experiencia fundamental, o bien volver a intentar otra aventura empresarial.
La tecnología que estos emprendedores han utilizado y desarrollado no se pierde, sino que de alguna forma pasa al mercado y a las universidades. Sólo a modo de ejemplo, en 2009 la Universidad de Stanford ingresó más de 65 millones de USD en royalties provenientes de 500 patentes. Su presupuesto anual en investigación fue ese año de 3.700 millones de USD. Por otra lado, la Universidad de California ingresó 78,3 millones de USD en 2008 en concepto de royalties. Por lo tanto, a pesar del fracaso, la sociedad en su conjunto gana, porque las pérdidas son del propio emprendedor o de su familia y la sociedad, las universidades y/o centros de investigación reciben la nueva tecnología e información. A todo ello se une el hecho de que el funcionamiento de esta rueda económica y de conocimientos hace aumentar exponencialmente la productividad de los trabajadores de manera natural, sin presiones externas ni necesidad de recompensas económicas. La productividad en la región de la Bahía de San Francisco es el doble de la media del resto de los Estados Unidos.
En caso de que la iniciativa empresarial funcione, además de lo expuesto anteriormente, hay una empresa con capacidad de crecimiento, por lo tanto con necesidad de más inversión. Esta nueva inversión puede venir de los llamados angels capital o de las empresas de venture capital (ambos hechos, muy presentes en la cultura californiana, son otro hecho cultural muy diferencial respecto a otros lugares del planeta). La gente que comenzó conoce los problemas y las necesidades de hacer crecer una empresa. Los primeros que triunfaron fueron los primeros en montar las venture capital, o en transformarse en angels capital para ayudar a los nuevos emprendedores. Mientras que las venture capital son empresas de inversores profesionales y, por tanto, el objetivo es ganar dinero, los angels capital son personas que en muchos casos invierten en el emprendedor como persona, y no tanto en la idea de que está desarrollando; son personas que buscan una cooperación más que una ganancia económica a corto y medio plazo. En este sentido, la bahía de San Francisco, con casi siete millones y medio de habitantes, produce más patentes que ninguna otra región de Estados Unidos y atrae el 36% del total de inversiones de las venture capital. Más del 50% de las sedes centrales de las empresas estadounidenses de venture capital están situadas en el Silicon Valley californiano.
Debemos tener muy en cuenta que el sistema que aquí exponemos tiene fuertes barreras económicas de entrada, ya que su principal recurso, el talento humano, se forma en universidades, que tan sean privadas o públicas, requieren de unas fuertes inversiones económicas. El sistema de ayudas públicas americano es limitado y casi todo pasa por encontrar financiación privada. Por tanto, esta rueda de conocimiento – inversión se pone en marcha gracias al conocimiento, un conocimiento que requiere de una elevada inversión para conseguirlo y que, por regla general, sólo las personas con un gran poder adquisitivo y un entorno culturalmente alto tienen al alcance. Como Martha Nussbaum, entendemos que <<ningún sistema educativo es bueno si sus beneficios sólo llegan a las élites más ricas. La distribución del acceso a la educación de calidad es un tema perentorio para todas las democracias modernas>>.
En España, en los últimos decenios, el sistema universitario ha provocado lo siguiente: un 31% de los trabajadores entre 25 y 54 años tiene un nivel de formación por encima de lo que le exige el trabajo, mientras que la media europea es del 19% con una tasa de paro actual del 45% entre los jóvenes, de los que los parados universitarios superan el millón. En España, el 39% de los jóvenes tiene un título superior (un 34% en la Europa de los 19), mientras que el fracaso escolar llega al 30%. Además, hay pocos titulados de grado medio, y eso que deberían ser el grupo mayoritario. En síntesis, España ha facilitado enormemente el acceso a la universidad sin tener en cuenta las necesidades estructurales del país y, lo que es más importante, poniendo una gran parte de las generaciones actuales en un marco incoherente para desarrollar su ser individual. Otro ejemplo clarificador de lo que pasa en España lo vemos en las cifras de los estudiantes de la universidad pública, donde un 30% de los alumnos abandonan los estudios después de dos años sin haber obtenido ninguna titulación y tan sólo un 30% termina la licenciatura de cuatro años en el tiempo previsto. Se calcula que un estudiante paga de media entre el 10% y el 20% del coste real de sus estudios en la universidad pública (unos 900 € de media por año), así que la subvención media por estudiante, independientemente de la renta, sería de unos 7.100€ al año.
Pensar en el futuro del sistema educativo actual provoca, cuando menos, cierta preocupación. Y es que tal y como argumenta Richard Sennett, <<un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad>>. Sobre todo en el caso de las universidades, somos de la opinión de que es imprescindible la incorporación de los estudios interdisciplinarios en los programas de estudio para adecuar la formación de las nuevas generaciones a las necesidades del tiempo, interdisciplinario, en el que vivimos.